El pasado educativo tiene en el cine español un aliado esencial para su representación. Desde el franquismo son numerosas las películas ambientadas en el aula, en las que destaca el papel del profesorado y del alumnado, pero es a partir de la Transición y la llegada de la democracia que se introduce la crítica, tanto de la Segunda República como de la dictadura. Por ello, resulta necesario conocer el retrato que el celuloide ha hecho de los docentes desde estas etapas y hasta la década de los noventa, en el periodo de ochenta años comprendido entre la posguerra y la actualidad.
Desde el momento en que las películas se convirtieron en un fenómeno popular en Occidente,el cine fue utilizado como un útil medio de adoctrinamiento moral y cristiano: un vehículo paradifundir la palabra de Dios y poner en imágenes las Sagradas Escrituras. La aparición de Dios enlas pantallas es tan antigua como el cinematógrafo, y su representación ha dependido no solo dela conveniencia circunstancial que necesitaran los intermediarios del poder divino en la Tierrapara sus ambiciones religiosas, sino de la propia evolución tecnológica del invento. Cuando el cinehubo extendido suficientemente las enseñanzas religiosas, algunos cineastas utilizaron este arte paratratar su particular relación con Dios, de manera que la cámara, dotada aún del elemento mágico que fascinó en sus orígenes, facilitó dar forma a un pensamiento que ha trascendido en algunos casos a su propio trabajo mediante una influencia intelectual dentro de la sociedad. A través del análisis de cincuenta títulos esenciales abordaremos diferentes posturas acerca de la idea de Dios desde la perspectiva de unos cineastas formados dentro de una cultura judeocristiana, católica o protestante, de manera que, conforme han evolucionado las costumbres religiosas en las que su culto ha estado arraigado, han ido transformándose las visiones de Dios a lo largo de la historia del cine.
Cineastas de todas épocas y lugares han sentido una poderosa atracción por situar el cine en el centro de sus películas. Con gran diversidad formal y argumental, el cine dentro del cine o metacine nos asoma a los procesos de la creación cinematográfica y al desempeño profesional de directores, productores, intérpretes y guionistas. El espectador obtiene un acceso privilegiado a las bambalinas del cine, y sufre y disfruta con los conflictos que afloran detrás de la cámara. El rodaje es, en efecto, un escenario en el que se desatan las luchas de egos, las relaciones de poder asimétricas, los imprevistos y las limitaciones humanas. Además, como los magos que muestran sus trucos, estos films revelan las estrategias que permiten generar la ilusión cinematográfica. También nos asoman al envés del éxito y la fama, y en ocasiones juegan con los trasvases que se producen entre la realidad y la ficción, entre la vida y el cine. Alejándose del pesimismo, el metacine se presenta, a veces, como carta de amor al séptimo arte. Mediante citas y alusiones, estas películas rinden homenaje al legado fílmico recibido. Y nos recuerdan que pocas experiencias resultan tan estimulantes y poderosas como la del espectador que se abandona a la pantalla para participar de otros mundos y otras vidas.
El cine y el deporte moderno nacieron casi simultáneamente y se han desarrollado de forma paralela, a veces divergente, para tratar de transmitir emociones de diversa forma. Son dos de las disciplinas más populares desde comienzos del siglo XX y, por tanto, están condenadas a entenderse. Emoción o victoria plantea el curioso reto de elegir la mejor película de cada uno de los 50 deportes más populares en el mundo para desentrañar cuál es el secreto que nos hace vibrar tanto en un acontecimiento deportivo como en una proyección cinematográfica. Los aficionados a todos los deportes, por minoritarios que sean, han tenido a lo largo de la historia su película favorita que ha reflejado la emoción que transmite dicha disciplina en la pantalla. En este libro están todas ellas.
Desde que en 1895 los hermanos Lumière proyectarán sus primeros films en el Salón Indiano del Gran Café del Boulevard des Capucines de París, la comida como temática y la cocina como espacio han sido elementos fundamentales en infinidad de películas. De hecho, la comida siempre ha sido un elemento recurrente del atrezo cinematográfico en los casi 130 años de audiovisual, y ha ido adquiriendo progresivamente un estatus y una presencia notoria en infinidad de cintas. Desde hace varias décadas, disfrutar de un plato o prepararlo se han convertido en ingredientes principales para multitud de relatos cinematográficos firmados por autores como Luis Buñuel, Federico Fellini, Claude Chabrol, Martin Scorsese, Agnès Varda, Pedro Almodóvar, Nora Ephron, Wong Kar-wai o Quentin Tarantino. A lo largo de este libro se hace un recorrido por la historia gastrofílmica del cine y se analizan medio centenar de títulos que abarcan diferentes geografías yen los que la trama está marcada por lo culinario. La elaboración de platos, las reuniones y actossociales, los recuerdos y tradiciones que se exhiben en los films estimulan el apetito y empujana los espectadores a buscar otras sensibilidades y otras formas de comunicarse sensorialmente através de las texturas y sabores proyectados.
Son las dos grandes pasiones de nuestro tiempo. Fútbol y cine. Cine y fútbol. Coetáneas, universales, populares y abiertas a todas las posibilidades de disfrute imaginables. Sin embargo, pese a nacer al mismo tiempo y evolucionar en paralelo, siempre cerca pero de espaldas desde finales del siglo XIX, han mantenido tradicionalmente una relación embarullada, un encuentro de campo embarrado. Esta desacomplejada y heterodoxa lista de 50 películas singularísimas, que reflejan la esencia, la personalidad y la vigencia del fútbol, quiere convencer al lector, espectador e hincha de que, pese a todo, cine y fútbol, dos tótems contemporáneos con la capacidad de hacernos soñar, de generar sentimientos e ingresos ingentes, de crear ídolos de masas y hasta de alegrarnos (o amargarnos) el día, tienen muchos vínculos entre sí. Buscamos el rastro de dos creaciones, la de la cámara y la del balón, que nuestra mente y nuestro corazón convierten en realidad a través de obras reveladoras: medio centenar de razones para entender mejor el fútbol y analizar las victorias de su extraña simbiosis -que es también rivalidad- con el cine.
Este es un libro sobre el cine negro, un género tan escurridizo que resulta difícil seguirle la pista a lo largo de la historia del cine: el noir se escapa como un falso culpable a la fuga, escondido entre oscuros callejones. Puede ser una inmersión en el mundo del crimen, pero también es una estética de claroscuros, flashbacks y voces en off, y sobre todo es un estado de ánimo apesadumbrado, definido por el signo trágico de la fatalidad. Este volumen persigue las pistas del cine negro a lo largo de la historia, desde su período de esplendor, en las postrimerías del Hollywood clásico, hasta sus mutaciones más recientes. Lo hace indagando en el vínculo inquebrantable entre el género y la fatalidad, que aparece en el noir de la mano de la ambivalente figura de la femme fatale, de la moralidad agrietada de sus héroes o de sus funestos y arrebatados desenlaces.
La llegada del cinematógrafo reconfigura las dimensiones y los movimientos de la representación. En el tiempo de los pioneros, mientras se define el genio del nuevo siglo, la imagen en movimiento se inspira en los cuadros del teatro y sus particularidades para conformar parte de su identidad y convertirse en una subjetiva estructura de narración. Así, la trascendente relación de las dos expresiones artísticas es tan extensa como la propia historia del nuevo arte, si no más. A lo largo de su heterodoxa crónica, el cine se aproxima al universo del teatro y a sus figuras, estableciendo, una y otra vez, diálogos dimensionales y juegos de espejos. Estas aproximaciones pueden organizarse en diferentes etapas, desde la reverente idolatría de los primeros años del cine hablado hasta la desaparición de las fronteras y la aparición de ese lenguaje artístico múltiple que, ahora, en la década de los veinte del siglo XXI, al fin, empezamos a descubrir. El presente volumen propone una observación de la compleja relación entre el cine y el teatro a través del estudio de medio centenar de películas localizadas, de un modo u otro, al otro lado del telón.
La fotografía es una disciplina tan apasionante como amplia. Es arte, pero a la vez técnica, es objeto, es representación, profesión y otras muchas cosas. Y algo similar ocurre con sus funciones: igual nos documenta un hecho, nos presenta a una persona o nos permite hacer una crítica o reivindicación, que nos ayuda a curar heridas, a inventar otros mundos o a mantener vivo un recuerdo. Apunta, enfoca y dispara hace un recorrido por cincuenta películas que nos ayudan a aproximarnos a la fotografía en sus diferentes formas, acepciones y facetas. Y ello, gracias a la mirada de cineastas que nos sirven historias en las que la fotografía tiene algo que contar y enseñarnos, ya sea como elemento nuclear, tangencial o accesorio. Es una compilación de filmografía esencial para aproximarnos a ella, para descubrirla, pensarla, que incluye desde títulos clásicos y universales, como La ventana indiscreta (Hitchcock, 1954) o Blow-Up (Antonioni, 1966), hasta otros contemporáneos, e incluso alguna que otra rareza.
Desde sus inicios, el cinematógrafo ha estado ligado a las ciencias ocultas, el esoterismo, la brujería y los fenómenos paranormales, y no solo porque el cine fantástico recurra frecuentemente a estos temas. Cuando hablamos de la «magia del cine» no sabemos lo literal que puede ser. La pantalla esotérica propone una relectura en 50 títulos fundamentales de la historia y el papel del cinematógrafo en nuestra sociedad, a la luz oscura del misticismo, el hermetismo y la parapsicología: desde el cine mudo con los magos del «expresionismo» alemán hasta los filmes de Rob Zombie. De las comedias diabólicas del Hollywood clásico como Me casé con una bruja a la fiebre satánica y pagana desatada por La semilla del diablo. Del cine gótico de la Universal a genuinos alquimistas del celuloide como Jodorowsky, Kenneth Anger o Lynch. Películas clásicas y oscuras, serie B y cine de culto nos muestran el lado oculto del cine, más oscuro de lo que pensamos, pero también más fascinante y mágico.
La muchedumbre parisina manifestándose enfurecida, la reina enfrentada al pueblo en el balcón de Versalles, acalorados discursos en la Asamblea Nacional, la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano o la guillotina, siniestra desde un desafiante contrapicado, son algunas de las imágenes que integran el caleidoscopio cinematográfico de la Revolución francesa. Contradictorios y a la vez inequívocos símbolos del proceso revolucionario, certifican la imposibilidad de representar de forma unívoca su acelerada acumulación de sucesos, conmociones, reformas políticas, constituciones, formas de gobierno y de represión. El carácter pendular de la Revolución hace oscilar el poder y la crueldad de un extremo a otro, y la convulsión histórica que supone para las sociedades contemporáneas no tiene precedente. Cada filme que regresa a ella añade, en su mirada sobre un tiempo de ilusiones y atrocidades anudadas, otro estrato que nos habla sobre su propia época.
Vivimos en un mundo de encrucijadas medioambientales: contaminación de la tierra, el aire y el agua, sobreexplotación de recursos, emisiones desbocadas de gases de efecto invernadero, destrucción sistemática de ecosistemas y biodiversidad, y desequilibrios demográficos y socioeconómicos en el delirio del consumo desenfrenado y de nuestras reclusiones coloniales, de clase, género y raza, que inevitablemente nos enfrentan a nuestros modos de vivir y morir. Con el cine, que nos ofrece infinitas maneras de mirarnos en nuestras comunidades, podemos explorar con peculiar libertad narrativa nuestras formas de entender la naturaleza, nuestras expectativas, nuestros recelos, las profundas contradicciones en nuestra forma de organizarnos y de construir, históricamente, el medio en el que soñamos, sufrimos y amamos. El cine nos muestra que la venganza de la naturaleza no es más que un pretexto terrorífico, y que las soluciones de la destrucción del medio ambiente no habitan el ámbito de ningún tipo de providencia, sino de nuestra voluntad.
El cine de los países escandinavos siempre ha estado relacionado con la profundidad y la solemnidad de las películas de Bergman y Dreyer. Temas como el existencialismo, la insignificancia del ser humano frente a la naturaleza o el sentimiento de culpa emparejado a la religión luterana, han formado parte del séptimo arte nórdico. Sin embargo, el cine escandinavo es mucho más que eso, ya que, al hilo de una producción fílmica más de arte y ensayo, el cine comercial relacionable con los géneros más tradicionales y populares también ha tenido un desarrollo importante por esas latitudes. El recorrido que proponemos con 50 de las películas más representativas de la filmografía escandinava pretende recorrer la historia del cine nórdico a través de filmes emblemáticos de los cinco países que nos atañen: Suecia, Dinamarca, Noruega, Islandia y Finlandia. Desde un punto de vista cronológico, partiremos de los años veinte del siglo XX y nos detendremos un siglo más tarde. Dreyer, Bergman, Lars von Trier o Kaurismäki, lógicamente, formarán parte de nuestro recorrido, así como movimientos como el Dogma 95 o el nuevo cine islandés, sin olvidar filmes desconocidos o no estrenados en España, así como rarezas y grandes éxitos de taquilla en sus países de origen.
¿Existe un cine de superhéroes? ¿Son la infantil o incluso fascista representación de fantasías dañinas, o un mito moderno que hay que saber leer? En las nueve décadas que el superhéroe ha existido en nuestra cultura, su figura y sus aventuras han servido a muchos fines, desde el puro entretenimientoy evasión al más descarnado retrato de nuestras limitaciones y mezquindades. Y eso ha sido así en el papel, en la radio, en la televisión y en el celuloide. En este libro recorremos la historia del superhéroe y el supervillano en el cine proponiendo 50 títulos que reflejan cómo se han expresado en cada época, los elementos artísticos, narrativos y empresariales que han formulado,y los hitos que han llevado a su actual explosión y dominio de la taquilla. Del Capitán Maravillas al Joker, de Lex Luthor a Thanos, de los Fleischer a Shyamalan. Más poderosos que una locomotora o armados con una simple llave inglesa, esta es la historia de cómo los superhéroes han encarnado imposibles, creado mundos y cambiado el cine.
Desde sus mismos orígenes, el cine ha estado fuertemente vinculado con el mundo de la magia
escénica y el ilusionismo. Pioneros como Georges Méliès fueron, antes que cineastas, prestidigitadores, así que no es extraño que las trayectorias de ambas artes hayan estado siempre estrechamente entrelazadas. De esos vínculos, precisamente, trata este libro. Como en aquellas casetas que
poblaban las antiguas ferias ambulantes, esperan al curioso en estas páginas cincuenta historias
plagadas de misterios, trucos y prodigios. Descubrirá aquí el lector el doble vínculo -con el cine
y la magia- de escritores de la talla de Gabriel García Márquez o Ray Bradbury. Se sorprenderá al
conocer cómo cineastas como Tod Browning, Orson Welles o Woody Allen han reflejado en sus
películas su pasión por el ilusionismo. Desfilarán ante sus ojos decenas de magos e ilusionistas,
mentalistas y prestidigitadores, adivinos y estafadores de sonoros nombres y fascinantes vidas: de
Hanussen a Houdini, del profesor Fassman al profesor Zovek, de Elmyr de Hory a Uri Geller y
muchos, muchos más… Damas y caballeros, ocupen sus localidades: la función va a comenzar.
Pese al importante papel que desempeñó en el contexto
internacional durante el siglo pasado, al cine latinoamericano le sigue
costando encontrar su lugar en el mundo, asfixiado por una hegemonía global
de la industria anglosajona que se impone tanto comercialmente como en el
circuito de festivales, y que apenas deja unas migajas para los países en
vías de desarrollo. Y, sin embargo, los cineastas de la zona no cejan en su
empeño de dar a conocer sus historias. El presente volumen destaca la
relevancia de medio centenar de películas realizadas en el escaso periodo de
tiempo transcurrido desde que sobrevino el cambio de siglo. Más allá del
impacto mediático de Roma o de tendencias de temporada asociadas a
algún fenómeno nacional específico, el cine latinoamericano está dando voz a
sus minorías, luchando por sacar adelante leyes que le permitan depender en
menor medida de las coproducciones internacionales y ganando premios en
certámenes de todo el planeta. O lo que es lo mismo: luchando desde las
trincheras para defender su identidad.
Estudiar las circunstancias históricas de la animación es viajar por una historia paralela del cine. Entrando y saliendo de la corriente principal de las formas fílmicas, la animación ha sido motor de poderosos avances técnicos, de osadas exploraciones formales y de radicales reformulaciones de la relación entre creadores y públicos. Por ello, estudiar la historia de la animación es adentrarse en una larga serie de transformaciones de las formas estéticas y de los usos sociales de la imagen, que marcan el pasado, el presente y el futuro de los medios audiovisuales más de lo que se suele contemplar desde la crítica académica. A través del análisis de cincuenta títulos esenciales, emprendemos un recorrido por los contextos geográficos y sociales, los autores y los desarrollos tecnológicos que han sido determinantes en la historia de la animación. Las películas analizadas en este libro constituyen un corpus esencial a través del cual se proponen al lector suficientes pistas para emprender un viaje apasionante por el universo de una de las formas expresivas más productivas de la historia de la imagen en movimiento, una forma de materializar la imaginación humana que goza de un pasado glorioso y de un futuro muy prometedor.
Las relaciones entre el cine y la arquitectura comenzaron a
manifestarse casi en los inicios de las proyecciones cinematográficas. En la
mayoría de las películas se pueden ver espacios arquitectónicos, por lo que
prácticamente cualquiera serviría para estudiar estas relaciones. Sin embargo,
para especificarlas se han elegido seis temas fundamentales: la profesión
arquitectónica; las obras de construcción; cineastas mostrando edificios
existentes en la realidad; edificaciones creadas solo para aparecer en
películas y su influencia en el mundo real; otras arquitecturas que solo pueden
verse en filmes porque no tendría sentido construirlas en la realidad; y, por
último, cómo la imagen en movimiento muestra la arquitectura de un modo
específico. Las 50 películas seleccionadas son primordiales para poder
estudiar, entender y llegar a conocer cómo han sido las relaciones entre la
arquitectura y el cine desde sus inicios.
Cuando en 1897 el irlandés Bram Stoker publicaba Drácula no imaginaba la trascendencia
que iba a tener su personaje en el imaginario colectivo, convertido en icono
popular gracias al cine. Bela Lugosi, con su interpretación en Drácula (Dracula, Tod Browning, 1931), establecía el canon vigente durante
dos décadas; hasta que el actor Christopher Lee recibía el testigo en la
película que Hammer Films dedicaba al personaje en 1958. El carácter simbólico
y la capacidad transgresora del no muerto, sobre todo en lo referente a la
sexualidad y a la ruptura del orden establecido, evolucionaba con el paso del
tiempo asumiendo nuevos significados y modificando sus significantes,
abandonando los escenarios góticos e infiltrándose en contextos urbanos
contemporáneos, acomodándose a los nuevos problemas e inquietudes vigentes en
la sociedad; unas veces simbolizando sus causas, otras sus consecuencias.
El cine independiente
norteamericano existe desde la misma consolidación del sistema de los estudios,
representado entonces por nombres tan dispares como David Selznick, Ed Wood,
Orson Welles, Ida Lupino, Nicholas Ray o Roger Corman. Pero es en 1959, con la
cristalización del New American Cinema, cuando la independencia cinematográfica
se convierte en una realidad, en un estado de ánimo, y admite ya la teoría
además de la práctica. En las cincuenta películas que componen este volumen,
hemos intentado ofrecer algo más que una alternativa artística y económica al
cine de Hollywood, un minucioso recorrido desde los primeros filmes de John
Cassavetes hasta la actualidad, pasando por la construcción del Nuevo Hollywood
en los últimos sesenta, la generación new wave de Jim
Jarmusch, la irrupción volcánica de nombres como Quentin Tarantino, Steven
Soderberg o Sofia Coppola, el éxito del modelo Sundance y la particular
trayectoria de gente como Todd Haynes, Gus van Sant o Harmony Korine.
Cuando pensamos en la
economía, la solemos asociar al dinero. Algo aburrido, atractivo o inmoral,
según quien lo mire. Pero la economía es mucho más que eso. Son los problemas a
los que los países y las personas nos enfrentamos a diario, porque intentamos
ser felices y prosperar dentro de nuestras limitaciones de tiempo, dinero y
energía. Como la economía está en todo lo que hacemos, el cine necesariamente
trata sobre ella. Cada vez que un personaje toma una decisión, cada vez que
pondera los beneficios y los costes de sus opciones, eso es economía. Capital y trabajo describe esta relación íntima mediante un
repaso a la representación cinematográfica de la economía que cubre muy
diversos ámbitos: los sindicatos, las finanzas, la explotación de recursos
naturales, las empresas, la innovación, los conflictos por la propiedad, los
bancos, la inmigración, la mujer en el trabajo, el desarrollo, la
automatización, la precariedad laboral… Capital y trabajo quiere resultar útil, tanto para quienes quieren
aprender economía o sobre la economía a través del cine, como para quienes se
interesan por el cine con una temática económica. O simplemente para quienes
buscan entender mejor el mundo en el que viven.
La muerte, por definición, es un
efecto terminal que resulta del cese de las funciones vitales de un organismo.
Esto es, la extinción de la vida. Y puede producirse por causas naturales —por
enfermedad o vejez— o por causas inducidas —por accidente, homicidio, suicidio
o demás. La ciencia ha discutido sobre la naturaleza de la vida y por tanto de
la muerte, y también sobre el umbral que separa una de otra. Igualmente, más allá de la ciencia, la
muerte ha sido objeto de reflexión de la filosofía y, por extensión, de la
humanística o el arte. Y en el campo cinematográfico, ha sido y todavía es,
junto a la vida o el amor, uno de los temas más recurrentes. Los cincuenta
títulos que se analizan en este libro son ejemplos de todo ello.
La producción de westerns en Europa nació en España hacia 1962 como una
esforzada imitación de los modelos hollywoodianos. Pero, a raíz del éxito de Por un puñado de dólares,
fueron los italianos quienes remodelaron completamente el género desde una
perspectiva iconoclasta que conectó enseguida con un público joven que ya no se
creía a los inmaculados cowboys
y sus gloriosas hazañas. ¿Qué ofrecían los casi 600 westerns rodados a orillas del
Mediterráneo entre 1964 y 1978? Antihéroes de nombres tan improbables como
Django, Sartana o Sabata; peripecias extremas que combinaban la violencia
exacerbada con un humor cínico que nunca aclaraba quiénes eran los buenos y
quiénes los malos (aunque los banqueros jamás pertenecían al primer grupo);
soluciones visuales tan barrocas e hiperbólicas como los
fondos musicales…; y, entre los extras, el único western realizado por una mujer y
el, también único, beso en la boca entre dos feroces pistoleros.
Transcurriendo en paralelo a las rupturas estéticas de las vanguardias
artísticas de principios del siglo XX,
el cine experimental investiga el potencial del medio cinematográfico a través
de sus posibilidades formales y su trasfondo crítico. Estas prácticas fílmicas
interrogan las imágenes y los sonidos tecnológicos vindicando un espíritu
autodidacta, narraciones atípicas, formulaciones abstractas y temporalidades
inusitadas. Radicales
libres
analiza cincuenta obras fundamentales que constatan el desarrollo de la
experimentación desde la década de los años 20 hasta la actualidad. De la
sinestesia de la música visual a la transgresión del surrealismo; del vigor
autobiográfico del cine lírico al reciclaje matérico del found footage; del minimalismo del structural film a la irradiación del expanded cinema; del discurso metafílmico del
cine-ensayo a la pausa del documental contemplativo y del elogio fotoquímico
del celuloide al cine de artistas en el cubo blanco. Libertad y radicalidad
fundamentadas de modo cinemático.
Cuenta
André Breton que, cuando el grupo surrealista acudía al cine, acostumbraba a
entrar comenzada la proyección, y la abandonaba al poco tiempo para volver a
irrumpir en otra sala, donde se exhibía otra película, en cualquier momento de
la función. Al final de la jornada, las secuencias dispersas, cubiertos los
huecos en la imaginación, iban construyendo en la memoria un nuevo argumento, a
partir de la lógica irracional, fragmentaria y elíptica del inconsciente. Algo
de la visión «sonámbula», y profundamente liberadora, que reivindicaba el
surrea-lismo, subyace en el viaje por el imaginario histórico a través del cine
italiano que recorre las páginas de este libro. Los autores proponen un
itinerario punteado de elipsis, saltos, pasadizos subterráneos, flashbacks y flashforwards, un recorrido transhistórico
que se apoya en el asincronismo entre el tiempo que señalan las tramas, a
partir del cual se ha ordenado la selección de los films, y el de su producción
y estreno en sala. En resumen, lo que este volumen plantea es una de tantas
historias posibles de Italia —tantas como antologías probables— a través del
objetivo de la cámara.
Este es un libro de atmósferas, una travesía por el
siniestro de autor. Como sublimación, la voz autoral es huella de la
nocturnidad más singular —a ver si la luz (re)vela… lo que en mi cuerpo se
rebela. Lo siniestro es condición y límite de lo bello, un decorado que se
desvanece, un sueño cumplido, el goce tozudo de la repetición, ese todavía no de la
temporalidad de la angustia, el velo retirándose, pero no el velo retirado. En
tiempos en los que se aviva el odio hacia el otro, merecemos relatos que nos
encaren con nuestra extimidad. Si sabemos de nuestra diferencia,
aniquilar la del otro será más difícil. Interrogar lo siniestro es, pues, la
vía del amor.
Gracias a la capacidad del cine para hacernos
soñar, millones de personas han podido navegar por mares y océanos. Desde los
albores del cinematógrafo se han producido películas sobre el mar, en ocasiones
—aunque escasas—, potenciando sus bondades; en otras —demasiadas—, explorando
su peor vertiente: las tragedias de los naufragios y la inmigración, la
delincuencia de la piratería o del narcotráfico, la ambición de conquista, la
precariedad de los pescadores… Pero, a pesar de la brutalidad con la que a
veces se manifiesta, el mar suscita un atractivo —quizás atávico porque de él
surgimos— que provoca que se contemple con admiración, tanto en su agitación
como en su calma.
Si
pudiéramos viajar en el tiempo, ¿a dónde iríamos? ¿A revisar nuestro pasado o
a conocer nuestro futuro? ¿Querríamos cambiar algo de nuestras vidas o nos
limitaríamos a ser testigos pasivos de la historia? Estas son solo algunas de
la infinidad de preguntas que se plantean en las películas de viajes en el
tiempo, una de las manifestaciones más recurrentes del cine fantástico de
ayer y de hoy. Es un tema que traspasa las fronteras de los géneros y que
adopta múltiples formas. Entender el concepto de viaje en el tiempo es comprender mejor la misma función del cine, lleno de
viajeros que, como los cineastas y los espectadores, juegan a desafiar los
límites de su existencia. Este libro
propone un recorrido por 50 títulos fundamentales que demuestran que los
protagonistas de películas como Regreso al futuro o Atrapado en el tiempo no están
solos en su aventura contra el reloj.
¿Cuánto hace
que no juegas? ¿Te has olvidado de jugar? El cine nunca se ha olvidado, y el cine ludens nos recuerda la importancia
de lo lúdico en la gran pantalla, la cultura y la sociedad. Con un carácter
divulgativo y filosófico, este libro analiza cómo el cine ha dialogado con
juegos de mesa, juguetes, videojuegos, laberintos, puzles, culturas lúdicas,
juego forzado, parques de atracciones e incluso juegos creativos y formales
como el cadáver exquisito o el mindgame film. Porque hay muchas formas
de jugar y de hacer cine, esta filmografía esencial invita a disfrutar de lo
lúdico en toda su libertad y complejidad.
Pese a proporcionar a la historia del cine no pocas obras
sobresalientes, el melodrama sigue siendo un género considerado menor por
especialistas y público cinéfilo. A ello han contribuido varios factores: sus
orígenes literarios degradados; su antigua condición de «cine para mujeres»; su
multiplicidad de variantes, enfoques y perspectivas; la habitual contaminación
con otros géneros… Todo ello ha hecho del melodrama un modelo narrativo difuso,
escurridizo y lleno de sombras. Sin embargo, lo melodramático es crucial para
entender la evolución de la cultura del siglo XX
y la vida cotidiana del ser humano contemporáneo: emocionante iconografía,
hiperbólica dramaturgia, densas estructuras narrativas y sugerente puesta en
forma. El melodrama se ha convertido en el vehículo más apropiado para que el
cine hable de dolor, infelicidad, sacrificio y melancolía. De ahí que estudiar
los mejores melodramas de la historia sirva como apasionante ejercicio de
análisis de la propia naturaleza del cine y de la complejidad del alma humana.
Sin duda, el terror se hace más amenazante cuando el monstruo, el mal demoníaco o los sucesos paranormales abandonan sus moradas habituales y se refugian en el hogar. La casa encantada ha sido un motivo presente en el cine fantástico y de terror desde los inicios como representación de lo que más tememos, convertir el espacio íntimo y seguro en un infierno. Este libro propone un recorrido por las casas encantadas en el cine desde los primeros cortometrajes mudos hasta los últimos éxitos del nuevo terror, como Expediente Warren o Verónica, pasando por oscuros castillos, mansiones misteriosas, casas fantasmales y pisos siniestros.
La locura siempre ha vivido en el lado oscuro de nuestra sociedad. Nuestra historia atestigua épocas de encierro, rechazo, miedo o puro morbo en torno a las personas que tienen un trastorno mental. El cine, siempre interesado en retratar el alma humana en toda su complejidad, nos ha abierto una ventana a las vidas de esos locos, de sus familias, de los tratamientos a los que han sido sometidos y del contexto social en que han tenido que vivir. Relatos que reflejan sufrimiento y dolor, pero también superación y conciliación. Este libro presenta 50 de esas historias, 50 narraciones llenas de seres imperfectos pero a la vez geniales que viven la realidad a su manera. Porque la locura no es única y tiene muchas caras, y el cine ha sido capaz de retratar muchas de ellas.
La
segunda mitad del siglo xx en España estuvo caracterizada por una serie de
cambios que tuvieron su punto de inflexión con la muerte de Franco y el fin
de la dictadura, una sucesión de transiciones y transformaciones que, sin
duda, marcaron el devenir de la sociedad actual. El recorrido que se propone
con las cincuenta películas seleccionadas pretende mostrar cómo afectaron
todos estos cambios sociales, económicos, políticos, culturales y emocionales
a la población española; trabajos que hablan de la apertura de España al
exterior y la llegada de la modernidad, pero también de la salida de un
Régimen que durante cuarenta años había paralizado en muchos sentidos al
país.
Tanto
el cine como la exploración espacial surgen a partir de avances tecnológicos
que hacen posible dos actividades que previamente solo podían suceder en el
dominio de la imaginación: el abandono de la Tierra y la materialización
animada y reproducible de la visión de un artista. Ambos sueños,
transformados en realidades, se han retroalimentado en el tiempo,
compartiendo elementos para que cada uno lleve a cabo sus propios objetivos:
conocer y habitar nuevos lugares del universo, que a su vez se conviertan en
nuevos escenarios y situaciones donde los cineastas puedan contar sus
historias. Este libro, que desde su título parte del mensaje entusiasta con
el que Yuri Gagarin salió de la Tierra a bordo de la Vostok 1 —¡Poyejali! (‘¡Vámonos!’)—, propone uno de
los infinitos viajes posibles a través de las retroalimentaciones entre la
historia de la exploración espacial y el cine.
El cine de cárceles ha desarrollado un lenguaje propio,
casi como si de un género se tratase. Y lo ha hecho para presentarse ante la
audiencia con muy diferentes intenciones: desde denunciar un sistema penal
con serias imperfecciones a relatar historias de superación, pasando por
descubrir injusticias e implicarnos en trepidantes fugas. Pero ya sea con la
intención de emocionarnos, sobrecogernos o incluso hacernos reír, cada vez
que una cámara se ha colocado al otro lado de las rejas lo ha hecho para
recordarnos el valor de un bien no siempre del todo apreciado: nuestra propia
libertad.
El proceso creativo literario tiene
una gran parte de misterio. Cómo los escritores logran crear un universo
propio a través de un trabajo eminentemente solitario es algo que cuesta, a
veces, incluso verbalizar. Aunque el cine siempre ha sentido una gran
querencia por mostrar mecánicas inventivas, la literaria es una de las más complicadas
de llevar a la gran pantalla. Un mundo
aparte pretende reflejar cómo el arte cinematográfico ha sabido encontrar
distintos caminos para formular sugerentes preguntas sobre este tipo de creación.
La relación con los personajes ficticios, con los propios
lectores o la ruptura de las barreras
entre realidad y ficción, entre otras cuestiones, son temas protagonistas en
este tipo de propuestas. Novelistas, dramaturgos, guionistas, poetas,
personajes inventados, lectores, musas..., todos son piezas fundamentales en
la elaboración de un arte en el que la incógnita está siempre presente.
La violencia, ese instinto animal arraigado en el hombre desde tiempos
remotos, se institucionaliza a través del Estado, poseedor de su monopolio bajo
el amparo de la ley, para impartirse desde motivaciones supuestamente
legítimas; entre otras, la de salvaguardar la paz social mediante esa represión
que trata de mantenernos alejados de la barbarie. Intrínseca a esa prerrogativa
del Estado está la facultad de obligar a sus ciudadanos a secundar esa
violencia, aportando su sufrimiento e incluso su propia vida y la de sus seres
queridos. El cine, reflejo de todas las facetas que engloba la existencia del
ser humano, nunca estuvo al margen de la representación de la guerra, ya sea
para apoyarla, para censurarla, para constituirse en mero testimonio histórico
o incluso para utilizarla como un espectáculo más con el que distraer a la
audiencia. La guerra es, por desgracia, ese elemento que siempre estuvo, está y
estará presente en el devenir del género humano.
El presente libro propone un trayecto de lectura (de los muchos
posibles) del clasicismo cinematográfico, abordándolo como un modelo de
práctica cinematográfica singularizada en el que convergen un canon
estético-narrativo férreamente codificado y un preciso sistema de producción.
Nuestro corpus de estudio se centra en la producción cinematográfica
estadounidense entre 1930 y 1956, atravesando el período de mayor esplendor del
sistema de estudios y el surgimiento de las escrituras manieristas durante la década
de los cincuenta. Los autores elaboran una síntesis de la esencia del
clasicismo cinematográfico en su configuración formal, narrativa, ideológica e
industrial arquetípica a partir del análisis de una selección de cincuenta de
sus títulos más representativos, mediante sus principales directores, géneros y
enfoques ideológicos, al tiempo que se aspira a contrarrestar la extendida idea
de homogeneidad del universo del cine clásico.
El cine de la infancia es, en sí mismo, un macrogénero
por el que cineastas de todo el mundo han mirado hacia su pasado más añorado
con intención de recuperarlo. Y es que la infancia no es solo territorio de
los niños.
El recorrido fílmico de Paraísos perdidos enfoca
su interés tanto en los más pequeños y su mundo particular como en la
relación de los adultos con su propia niñez. La nostalgia por el paraíso
perdido contrasta con la incomprensión mutua entre el universo infantil y el adulto.
Así, el cine ha mostrado mil y una caras de los
infantes: víctimas o verdugos, a veces ambos; libres o en cautividad;
protegidos o protectores; presos de la realidad o refugiados en la fantasía;
espejo de las miserias de individuos y sociedades...
La expresión Guerra
Fría, popularizada en 1947 por el periodista Walter Lippmann, alude al
prolongado conflicto que enfrentó a la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas y a Estados Unidos por la hegemonía mundial. Una pugna que se
libró en los frentes político, económico, científico, militar y cultural,
donde el cine desempeñó un gran papel. Las películas, de los más variados
géneros y estilos fueron el mejor medio de persuasión para inculcar al
espectador un orden simbólico que justificase la ideología de cada
superpotencia. Pero, también, desafiando a la censura, y gracias a sus
sofisticadas formas narrativas e iconográficas, el cine plasmó de manera
certera las tensiones sociales y políticas de toda una época,
proporcionándonos un documento histórico de primer orden protagonizado por
personajes tan diversos como Iósif Stalin, Ronald Reagan, Lev Kuleshov,
Sylvester Stallone, Nikita Jruschov, Billy Wilder, Grigoriy Chukhray, John
Wayne, Alfred Hitchcock, John Le Carré o Steven Spielberg.
Este libro parte de la idea de que en el contexto
actual realidad y ciencia ficción son una misma cosa. Por un lado, la ciencia
ficción ha ido evolucionando de una forma dinámica, incorporando el pulso de
la realidad para (re)interpretarla mediante sus propios mitos, enriquecidos
no solo con la forma audiovisual sino con un abundante equipaje conceptual y
estético procedente de la literatura, la ilustración, el cómic e incluso la
divulgación científica. Por otro lado, los estilemas del género se han
incorporado definitivamente al imaginario popular, en los campos de la
publicidad, el videoclip o incluso el arte contemporáneo. Por todo ello,
conviene redifinir la propia evolución del género abandonando ya ciertas
convicciones canónicas que hoy resultan algo simplistas. Mediante el análisis
de 50 títulos esenciales del género, en este libro se dibuja un panorama
multidimensional, que muestra que la ciencia ficción —como el terror, la
fantasía o manifestaciones colaterales— ha sido capaz de reproducirse en
canales distantes pero comunicados haciendo posible la generación de un
macroconcepto, o macrogénero, como es el fantástico, que goza de una
excelente salud comercial y cultural.
El País del Sol Naciente ha
ejercido un poder seductor sobre Occidente. Desde hace más de cuatrocientos
años, se han sucedido encuentros y desencuentros, pero siempre caracterizados
por un halo de fascinación, en ocasiones casi hipnótica. Sin embargo, muchas
veces esta fascinación ha propiciado la aparición de tópicos que han
dificultado el entendimiento de la cultura japonesa. Así, dentro del
imaginario colectivo, Japón ha quedado reducido a geishas, samuráis y pagodas. Pero Japón es mucho más. Es una
cultura compleja, que esconde mucho más de lo que se percibe a simple vista,
y que hay que saber mirar. La singularidad de Japón ha quedado reflejada a
través de las cincuenta películas que presentamos, que no son otra cosa más
que una selección de títulos que recomponen, muy sucintamente, la historia de
un país, de una cultura y de una cinematografía.
Recrear momentos de la historia es una de esas quimeras
hacia las que la gran pantalla nos sirve de puente, y uno de los momentos que
el cine ha visitado con mayor frecuencia ha sido la edad media, período
mítico por excelencia en el que se basa buena parte de las leyendas y los
referentes de nuestra sociedad actual. El medievo queda al mismo tiempo lo bastante lejos como
para poder crear mundos exóticos y arcanos que nos seduzcan, y lo bastante
cerca como para que nos podamos sentir identificados con él. Así, a través de
intermediarios, como la literatura, desde Shakespeare hasta Walter Scott, o
la pintura de historia del siglo XIX, el séptimo arte ha contribuido de forma
decisiva a crear nuestro cliché de la edad media. Un mundo de oscuridad,
misterio, magia y barbarie tan romántico que, aunque quizá nunca ha existido,
ha habido que inventarlo.
¿Qué
es lo real? Tradicionalmente, el documental se ha entendido como lo opuesto a
la ficción, como aquel género que documentaba la realidad. Sin embargo, a
poco que indaguemos en sus muchas ramificaciones, comprobaremos que lo real
se nos escurre de los dedos, que de hecho es inalcanzable. En su lugar,
tendremos que lidiar con la verdad que vive en la mirada de cada cineasta.
Este libro propone un viaje apasionante a través de 50 obras que revelan la
enorme complejidad del documental, sus formas mutantes y sus vericuetos
éticos. Un trayecto en el que caben hombres con cámaras, metrópolis incipientes,
esquimales cómplices de la ficción, fascismos y genocidas, leyendas del rock
y del ring, surferos y revolucionarios, grafiteros y espigadores. Toda una
aventura dispuesta a rasgar las paredes de lo real. A replantear, en cada
paso, nuestra mirada sobre el mundo y aprender a campar por la incertidumbre.
La presencia pictórica en el cine no se agota en las
múltiples versiones
de El retrato de Dorian Gray o en las biografías
de artistas plásticos,
retratados para la gran pantalla a través de sus
obsesiones. El recurso
a la pintura ofrece un amplio abanico de posibilidades
que abarcan la
inspiración de la puesta en escena, la recreación de
conocidas obras
pictóricas, la construcción de un espacio simbólico a
partir de cuadros
concebidos expresamente para el celuloide, el perfilado
de personajes
a través de lo pictórico e, incluso, su empleo como
materia de sueños
y pesadillas. Su presencia es un recurso para reflexionar
sobre los
sistemas de representación visual mediante directores que
no han
podido escapar a su influjo.
Esto es tan solo una muestra, como si del tríptico de una
exposición
se tratase. Visiten la galería completa: 50 películas que
nos hacen ver
la pintura y el cine con otros ojos.
Como el
cine nació en Europa (con permiso de Edison), no ha de resultar extraño que le
gustara evocar aquellas épocas que habían sido las fuentes de lo que conocemos
como civilización occidental: el Oriente mediterráneo por su vinculaciones
religiosas, Grecia por su arte y su literatura, Roma por su sentido de la
organización social y política, y Egipto por considerarse un «descubrimiento» de los
arqueólogos europeos. El primer personaje histórico que protagoniza una
película, en una fecha tan temprana como 1896, es el emperador Nerón, seguido
un poco después por Jesucristo. Este libro propone un recorrido por más de cien
años de cine sobre la antigüedad a través de 50 títulos, empezando en Italia en
1908 con la primera versión de Los
últimos días de Pompeya, y acabando en el Japón de 2012 con Thermæ Romæ, una curiosa fusión de manga y péplum.
Que un
hombre muerda a un perro puede ser el detonante de una noticia… o de una
película. Cineastas e informadores comparten una misma pasión, la de describir
la realidad de modo más o menos subjetivo, armando una narrativa que le dé un
cierto sentido. Aunque no lo tenga. A su vez, los periodistas se han convertido
en personajes centrales de muchas ficciones, ya sean profesionales tenaces
enfrentados heroicamente a amenazadoras fuerzas corruptas
o granujas manipuladores capaces de todo con tal de satisfacer su obsesión por
la fama, la exclusiva y el titular. El cine ha contribuido a modelar el
estereotipo asociado a todos ellos, testigos necesarios que a menudo acaban
implicados hasta el fondo. Desde los galanes de traje y corbata, con su
identificación prendida en el ala del sombrero, hasta los blogueros que retozan
en ese nuevo campo sin puertas llamado internet, este libro repasa cincuenta de
las mejores películas sobre prensa escrita, radio y televisión; historias de
grandes logros, dilemas deontológicos y miserias cotidianas. ¡Que no paren las
rotativas!
Este libro
propone una mirada al mundo de la ciencia desde el cinematógrafo y, al mismo
tiempo, un repaso por la historia de un arte con más de 120 años de existencia.
Historias sobre personalidades únicas que trabajaron para favorecer el progreso
de la humanidad, narraciones que buscan estimular el conocimiento del organismo
humano o de los mundos animal y vegetal, ejercicios especulativos fundamentados
en principios científicos que predicen qué futuro espera a nuestra especie...
El lector encontrará en este libro un repaso a producciones cuyo punto de
partida es la glosa de la obra de científicos cuyo trabajo ha producido
beneficios para la sociedad en general, junto a otras que han pretendido
colocar el mundo de la ciencia al frente de una realidad cinematográfica que
trata de conjugar la transmisión de conocimiento (científico) con el entretenimiento.
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Publicitàries.
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